"206: Objetos, medios, imaginarios"
Ensayo para el catálogo
206 Arte Contemporáneo

Ensayo incluido en el catálogo digital 206 Arte Contemporáneo (2016), una retrospectiva de este espacio artístico de Tijuana desde su apertura en junio de 2012. La edición del catálogo fue coordinada por las directoras fundadoras del espacio: Mónica Arreola (quien escribe el prólogo) y Melisa Arreola.

https://issuu.com/206artecontemporaneo/docs/206artecontempora__neo
Arreola, M. & Arreola, M. (Eds.). (2016). 206 Arte Contemporáneo.
Tijuana: Instituto de Cultura de Baja California / Secretaría de Cultura.
Recuperado de:
https://issuu.com/206artecontemporaneo/docs/206artecontempora__neo


206: Objetos, medios, imaginarios
Por Alfredo González Reynoso

Erick Castillo "Ruin" (Future Ruins)

Objetos

El arte contemporáneo no ha decidido qué hacer con los objetos. Su gesto inaugural duchampiano fue tan claro como el agua de la fuente: los objetos ya no serían meros medios para la representación (no más mármol, lienzo o similares como supuestos grados cero de lo aurático) ni tampoco serían meros imaginarios representados (no más mimesis, figuración o abstracción como bellos suplementos de lo real). Esta doble ruptura entre objeto y representación marcó a las primeras variaciones del arte contemporáneo: el arte objetual, el objet trouvé o ready-made, el arte-instalación o incluso el land art, entre otros.

Ya emancipados de la representación, los objetos después fueron desestimados, paradójicamente, por su propio libertador. El arte contemporáneo dejó de interesarse en la producción basada en objetos, en algunos casos a manera de crítica al objeto artístico como mercancía capitalista, en otros a manera de estrategia para transgredir la última frontera entre el arte y la vida. Así nacieron la performance, el happening, la deriva situacionista, el arte conceptual, inmaterial, procesual, relacional y demás formatos de arte no objetual.

Pero recientemente los objetos han comenzado a ser reconsiderados por el arte contemporáneo. Hay un retorno a la materialidad: los objetos vuelven a funcionar como medios para la representación o vuelven a aparecer como imaginarios representados. ¿Comeback del fetichismo de la mercancía artística? ¿Nostalgia por el aura del arte de producción auténtica? ¿Torre de marfil ante el auge de trabajo inmaterial en el capitalismo cognitivo? A pesar de su aparente vuelta reaccionaria, este nuevo arte orientado a objetos se inscribe a sí mismo como una posibilidad más del arte contemporáneo. Sus obras pueden partir de formatos de producción o códigos de representación convencionales sin caer necesariamente en una posición conservadora o antivanguardista.

Este actual estatus fronterizo del objeto en el arte contemporáneo ha comenzado a repercutir en la producción artística de nuevas generaciones en Tijuana.



Medios

206 Arte Contemporáneo es un espacio artístico que nació en medio de dos procesos.

Por un lado, la ciudad seguía pensando en formas de recuperarse tras el embate de violencia criminal, estatal y mediática que vivió en los oscuros años 2008-2009. La legendaria avenida Revolución y otros espacios turísticos del Centro de la ciudad cerraban sus locales en la medida en que el gringo en Tijuana (por la violencia, y antes por la paranoia post-9/11) devenía especie en peligro de extinción. Pero los propios ciudadanos comenzaron a practicar nuevas configuraciones del uso sociocultural y económico de esos mismos espacios abandonados.

Una de las estrategias para reactivar el Centro fue la redefinición del uso de sus pasajes. Históricamente vinculados a la venta de Mexican curios o souvenirs borderizos para turistas, los pasajes vaciados comenzaron a ser apropiados por grupos diversos de tijuanenses vinculados a las artes, la literatura, la música, el diseño y la gastronomía. Lugares como el Pasaje Rodríguez, el Pasaje Gómez y la Pasaje Revolución se volvieron puntos de confluencia de generaciones y disciplinas artísticas y culturales.


Los locales de los pasajes comenzaron a albergar algunos proyectos que a la fecha siguen funcionando, otros que ya no, y siguen instalándose nuevas personas e ideas todavía a prueba. Con los años, esta redefinición de los pasajes ha tenido altibajos, ofreciendo un resultado desigual, difícil de diagnosticar con justicia. Sin embargo, lo que sí queda claro es que 206 Arte Contemporáneo es uno de los proyectos más sobresalientes de esta estrategia ciudadana.


Por otro lado, 206 Arte Contemporáneo se constituyó en un momento en que el arte local buscaba nuevos caminos fuera la institucionalidad pública. La Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Baja California comenzaba desde 2003 a formar profesionales en un campo artístico en consolidación, con pocas opciones laborales estables fuera de la academia. A su vez, las instituciones culturales en la ciudad (federales, estatales y municipales) eran cooptadas por burócratas mediocres o funcionarios corruptos —siendo el caso más significativo la designación de un exrecluso por tráfico de personas como director del Centro Cultural Tijuana en 2009-2013, pese a la desaprobación explícita de cientos de artistas locales y nacionales.

Nuevos espacios, redes y proyectos total o parcialmente autónomos de los órganos públicos comenzaron a producirse desde distintas disciplinas, en un ambiente de desencanto o escepticismo por las vías oficiales, pero también de gestión creativa de nuevas condiciones de posibilidad. Así, 206 Arte Contemporáneo comienza a funcionar desde 2012 no como mera galería sino como diálogo intergeneracional genuino y espontáneo, circulación simbólica fuera de lo institucional y reinvención urbana ciudadana.


El espacio, además, ha dejado confluir estéticas heterogéneas en sus eventos y varias exhibiciones, pero en general coinciden en ser propuestas con un manejo estilístico coherente y un cuidado formal en la presentación. Entre sus medios de representación suelen estar la pintura o el dibujo, la fotografía o el video, la estatuilla o la escultura, el tejido o el collage, el papel o el libro, la cerámica o el vidrio. En otras palabras: medios que le dan importancia a la materialidad de la obra. Pero también: medios que parecerían ajenos al arte contemporáneo y su constante transgresión a los formatos tradicionales. En complicidad con sus artistas, 206 Arte Contemporáneo busca repensar a los medios materiales de representación —incluso los más convencionalizados— como instrumentos al servicio del arte contemporáneo. Objetos mediáticos ya conocidos que buscan nuevas configuraciones y contextualizaciones.

Carlos Iván (Rotura)  |  Juan Villavicencio (All Kind of Mexican Art Crafts)

Este arte orientado a objetos mediáticos en 206 se explica en función de, al menos, tres coordenadas contextuales. En primer lugar, la curaduría del espacio apuesta por la redefinición del arte contemporáneo desde la producción en formatos estéticos más o menos establecidos —exhibición de objetos artísticos en un espacio cuyo pasado histórico fue la venta de objetos artesanales, habría que agregar. En segundo lugar, la mayoría de sus artistas colaboradores son jóvenes nacidos en los años ochenta y noventa que tuvieron una formación institucional en la licenciatura en Artes Plásticas de Universidad Autónoma de Baja California (UABC), programa académico que privilegia los medios materiales de producción artística. Finalmente, existe una consciencia global de estos artistas locales respecto a los giros recientes del arte contemporáneo internacional, particularmente desde internet y otras formas de comunicación globalizada. Es en el cruce de estas tres situaciones que se consolida el uso de soportes materiales para la creación artística.

Omar Pimienta (Pasaporte)  |  Omar Pimienta (Pasaporte)


Imaginarios

El arte contemporáneo orientado a objetos no solamente debe entenderse como vuelta a la materialidad de los medios de producción artística sino también como vuelta a los códigos de reproducción de la realidad. Es decir: los objetos como soportes de la creación artística y, además, como modelos de la representación figurativa.

Alejandro Zacarías (Pata de perro)  |  Fio Zenjim (Nosoynadiedeniunaforma)

En poco más de tres años, 206 ha presentado al menos 18 exhibiciones, entre colectivas e individuales (Juan Villavicencio, Fernanda Uski, César Vázquez, Jessica Sanchez, Ruin, Panca, Alejandro Zacarías, entre otros), así como algunos conversatorios, talleres y presentaciones de libros (Rafa Saavedra, Yvonne Venegas, Omar Pimienta, además de Adela Goldbard, Israel Martínez, Fritzia Irízar, etcétera).

Oslyn Whizar (Curiosas exaltaciones)  |  Rafa Saavedra (Border Pop)

Al revisar los imaginarios estéticos reunidos en sus eventos, particularmente en sus exhibiciones, 206 parece colocarnos como ante un almacén de objetos variopintos. Los hay inanimados y animados, abstractos y concretos, minúsculos y monumentales, naturales y culturales, rurales y urbanos. Objetos que se acumulan, entrecruzan y dialogan. Esbozan posibles clasificaciones.

Paola Villaseñor "Panca" (Zoofilia)  |  Jessica Sánchez (Volumen 1)

Biólogos, mitólogos y criptozoólogos congregarían las células, órganos, huesos, ojos, plantas, animales, monstruos, divinidades e híbridos. Arquitectos, flâneurs y exploradores se interesarían por las casas (llenas, abandonadas, ardientes), coches (empañados, hundidos), camionetas (incendiadas), camiones, desechos, albercas, vasos, tazas, salas, recámaras, ventanas, calles, desiertos, lagos, montañas, mares y estrellas. Políticos, sociólogos y urbanistas examinarían los pasaportes, sellos, fronteras, artesanías turísticas, asentamientos irregulares y viviendas de interés social. Un gran depósito imaginario que apila objetos representados desde estéticas que se traslapan.

Christian Vargas (Distancia)  |  Fernanda Uski (Teluric Traces)

La presencia humana es casi nula en este almacén imaginario. Y, cuando es referida, su humanidad se reduce a órganos, deviene frivolizada, aparece en imágenes barridas, es caricaturizada o miniaturizada. Las estéticas que confluyen en 206 ven a la subjetividad humana desde el sesgo, a través de objetos o de la realidad material que la rodea o atraviesa.

Hilda Vanessa Ramos (Diagram)  |  César Vázquez (Trayectos)

La situación sociocultural de la frontera no es ya el referente dominante que caracterizó en años pasados al arte en Tijuana. Son pocas las obras y exhibiciones abiertamente influidas por este contexto. Sin embargo, no en todos los casos es exacto afirmar que esta escasa o nula presencia de la situación fronteriza es señal de cierta despolitización estética. Más bien, las vías de producir posiciones políticas, así como sus referentes contextuales, se diversifican, varían de escalas, pasan de lo doméstico a lo público, de lo personal a lo colectivo, de lo microscópico a lo mítico, de lo corporal a lo mediático, etcétera.

 Katia Sepúlveda (Ficción política)  |  Cheram Morales (Artilugios: Reflectores de un mundo)

Por último, es importante recordar que, aunque no todos, una buena parte de los artistas en exhibición lleva una trayectoria joven. Esto significa que estamos ante estéticas frescas, que están en proceso de configuración. Por lo tanto, este catálogo es un registro histórico que, bien leído, insinúa posibilidades. Futuros virtuales entre pasados recientes.



206 Arte Contemporáneo 

Espacios artísticos como 206 permiten establecer diálogos entre lo institucional y lo independiente, entre lo generacional y lo histórico. Es a partir de este intercambio que 206, en conjunto con otros proyectos y esfuerzos locales, ha contribuido al crecimiento del campo artístico local. Aunque queda trabajo por hacer, el avance estos primeros años ha sido importante, no solo para exhibir y distribuir obras sino a producir sentidos de comunidad cultural y consolidar nuevas exploraciones estéticas en la ciudad.

¡Es el discurso, estúpido!
Hillary-Trump con Lacan

La historia es conocida. Era 1992, la administración de George H. W. Bush alcanzaba un insólito 90% de aceptación popular y su reelección parecía inevitable. James Carville, estratega de la campaña presidencial de Bill Clinton, pegó en las oficinas demócratas los tres puntos focales de ataque: 1. “Cambio vs. más de lo mismo”, 2. “La economía, estúpido” y 3. “No olvidar el sistema de salud”. El segundo punto fue letal. “¡Es la economía, estúpido!”, repetían los comentaristas políticos y resonaba en el electorado. El eslogan nunca fue oficial, pero fue determinante en el cambio de preferencias que le daría la victoria presidencial a Clinton.

Ahora es 2016, se acercan las elecciones en Estados Unidos y el país está políticamente dividido. Aunque queda claro que Hillary Clinton y Donald Trump compartieron amistad por años, se apoyaron políticamente antes y sus propuestas coinciden en lo fundamental, el electorado los percibe como dos futuros mutuamente excluyentes, dos modos diferentes de articular la nación. ¿Cómo ocurre esta polarización? Aquí es útil parafrasear al clásico para responder: ¡Es el discurso, estúpido! Veamos qué significa esto.


El psicoanalista francés Jacques Lacan, en su Seminario 20 (Aun, 1972-1973), afirma que “un discurso es lo que determina una forma de vínculo social”. Para Lacan, es el lenguaje el que funda lo que los sociólogos llaman el lien social, el lazo social, para usar la famosa expresión de Émile Durkheim. Así, un discurso es un modo específico de determinar quién habla (“agente”), desde qué posición (“verdad”), a quién se dirige (“otro”) y qué genera (“producción”). 


 


Hay cuatro términos que al distribuirlos pueden cumplir estas funciones: el sujeto en falta (“$” o “S tachado”), su lugar simbólico (“S1”), su saber (“S2”) y el objeto de su fantasía (“a” u “objeto a”). Lacan explica al menos cuatro modos de poner en relación estos términos: el del amo, el de la universidad, el del analista y el de la histérica. Cuando se comparte alguno de estos acomodos discursivos se instaura una forma de vínculo social.

 

Al revisar el problema bajo esta luz, salta a la vista que el actual proceso electoral se presenta al público como una alternativa discursiva, es decir, como dos maneras de disponer las relaciones sociales a través del lenguaje. Con revisar la estructura de los dos primeros discursos basta.


Donald Trump encarna claramente el discurso del amo. Habla seguro de su poder simbólico y se dirige al otro como poseyendo un saber incuestionable (por más contradictorio que sea) sobre el estado nacional. Pero, para afianzar su relación con el electorado que lo sostiene, Trump produce una fantasía en la que migrantes y mujeres no dejan de acosar (de ahí los “bad hombres” y las “nasty women” que, respectivamente, citó en su último debate). Esta fantasía sostiene su lugar de amo prepotente (que suplementa a la impotencia de la clase trabajadora blanca venida a menos tras la crisis de 2008) y, por otro lado, oculta las verdaderas fallas e inconsistencias de su posición (lapsus lingüísticos, declaraciones incoherentes, etcétera).

Hillary Clinton asume, más bien, lo que Lacan llama el discurso de la universidad. Es decir, se muestra como portadora de un saber objetivo que se dirige a un otro fantaseado que sabrá apreciar la objetividad de este saber (de ahí su insistencia en los debates a que visiten su sitio web donde tiene todos los datos duros para este electorado neutral de su fantasía). Como producto de este vínculo social se genera una Hillary que aparenta sostenerse modestamente en información externa confiable, ocultando su verdadera posición simbólica en el poder hegemónico.

En otras palabras, en estas elecciones presidenciales se decidirá cuál es el discurso (vínculo social) a legitimar políticamente: “¿Queremos que el próximo amo disimule su autoridad simbólica o que el imperio gringo hable en primera persona?”. Por lo tanto, la elección por el mejor discurso presidencial es una elección por el mejor semblante, el “vínculo social” aparente más adecuado para los intereses del imperio.

El hecho de que sigan saliendo escándalos políticos que dejan en suspenso la decisión final hace pensar que las clases hegemónicas en Estados Unidos no se han decidido en cuál es el discurso ideológico que mejor les funciona: el de la presidencia cool-liberal á la Obama que oculta su rol en la opresión sistémica o el de la presidencia cínica que vuelve explícitas las jerarquías simbólicas que oprimen de facto.

Entonces, como última vuelta de tuerca, vale decir lo que en verdad está en juego en estas elecciones: ¡Es el imperio, estúpido! A final de cuentas, el inconsciente de Peña Nieto no se equivocó cuando habló de “Hillary Trump” en el lapsus aquel, pues ninguno de los dos discursos presidenciales en disputa cuestiona la legitimidad de sus aparatos de control colonial (externo o interno, geopolítico o racial, de clase o de género). Simplemente difieren en su apariencia pública, en el semblante.

Pero el semblante importa, y las estrategias contrahegemónicas son otras si el orden público de las apariencias cambia. Así que las clases subalternas norteamericanas también están decidiendo cuál será el semblante de su enemigo para definir con ello las condiciones de posibilidad de un cambio más allá del semblante. ¿A la posición subalterna le conviene el ámbito de semblante liberal como campo de acción? ¿O le conviene la apariencia abiertamente opresora? ¿Renegociar con el amo buena onda? ¿O antagonizar con el amo descarado?

No creo que sea justo desembarazarse del asunto alegando que “en el fondo” son lo mismo. El escenario futuro que posibilita Trump con su candidatura, por ejemplo, es inédito, así sea de manera “superficial”. Y ello impide saber con claridad cuál es la apariencia pública más conveniente a combatir, cuál es el vínculo social que permita derrumbar más rápido al imperio. Tal vez, como la lechuza de Minerva, habremos de verlo en retrospectiva.