El pasado 5 de febrero se cumplieron 100 años de la constitución de 1917, pero también se cumplieron 114 años de que Ricardo Flores Magón y compañía, en referencia a la constitución de 1857, declararan públicamente que "La constitución ha muerto".
Ese mismo día, parte del Comité Magonista Tierra y Libertad viajamos a la Ciudad de México y actualizamos la misma declaración fúnebre en algunos de sus espacios simbólicos (Bellas Artes, Munal, Zócalo, Palacio Nacional, El Hijo del Ahuizote).
Arriba puede verse el registro audiovisual de la procesión (realizado por José Luis Martín); abajo, el volante y el panfleto completo (diseñados y editados por Pepe Rojo), incluyendo el texto con el que colaboré.
La constitución ha muerto 2.0
“La soberanía nacional reside esencial
y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se
instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable
derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”.
—Artículo 39, Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos
La constitución de 1917 es
inherentemente anticonstitucional. El artículo 39 es ya su deconstrucción, su
reescritura posible. No hay nada fuera del texto (constitucional). Incluso su
transgresión es constitucional si dimana
del pueblo.
(¿Y qué es el pueblo? El pueblo somos
nosotros sin el Capital ni el Estado.)
Pero esta inconstitucionalidad
legítima en la constitución tiene un límite: el artículo 39 mismo. Los artículos
27 o 123 serán los más revolucionarios, pero es el 39 el que los legitima
constitucionalmente. Y su transgresión deslegitima la constitución entera.
La universalidad de la
constitución del ‘17 se sostiene (aun con alteraciones contingentes) en esta
excepcionalidad del artículo 39 (necesariamente inalterable). Sin la
excepcionalidad del 39 no hay universalidad del ‘17.
Cien años después, queda claro
que esta universalidad es ya ilegítima. Su sostén excepcional en el poder
popular dejó de existir. El Capital y el Estado —hoy un monstruo policromático
de un Frankenstein neoliberal— han usurpado al pueblo e instituyen al poder
público para su beneficio.
“La constitución ha muerto…”,
anunciaron públicamente los hermanos Flores Magón y compañía afuera del taller
del periódico El Hijo del Ahuizote un
5 de febrero de 1903, día del aniversario de la constitución de 1857. “¿Para qué
recibir esta fecha, digna de mejor pueblo, con hipócritas muestras de
alegría?”, escribió Ricardo Flores Magón, antes de ser encarcelado (de nuevo) y
exiliado por la dictadura de Díaz. El anuncio y la pregunta renuevan ahora
su vigencia.
La constitución ha muerto. Todo
está permitido: para el Capital y el Estado. Aunque se interpongan el pueblo,
las instituciones o el cadáver mismo de la constitución.
La constitución ha muerto. Nada
está permitido: para el pueblo. No hay más garantía de su soberanía ni de su
beneficio en la era de las “reformas estructurales”.
Ahora que nos vuelven a arrebatar
el poder político, vale recordar que ya antes lo hemos recuperado. La
constitución misma de 1917 es prueba de ello. Con o sin constitución en mano, podemos
volver a instituir el poder popular, pensar cómo alterarlo, organizar cómo
modificarlo.
AGR
Panfleto completo: