Pienso, por ejemplo, en la inesperada cadena de sucesos que llevaron al "Apruebo" del reciente plebiscito sobre el posible cambio a la Constitución heredada de la dictadura neoliberal de Pinochet. ¿Cómo fue que el alza en el precio del metro desembocó en protestas masivas que llevaron a cambiar por completo la constitución de un paÃs? "No son 30 pesos, son 30 años" fue una de las consignas de las manifestaciones. Pero quizá es más interesante ver cómo en esa coyuntura histórica la protesta por los 30 pesos del metro (iniciada por unas jóvenes de preparatoria saltando el torniquete sin pagar) devino en protesta por (más de) 30 años de neoliberalismo. Hay fenómenos concretos en un mundo, a veces incluso tan aparentemente banales (como el precio del metro), que de pronto son capaces de volverse universales cuando articulan un impasse y se abre desde ahà una posibilidad de replantear por completo los parámetros de ese mundo.
«La
imaginación nacionalista es incierta. No tiene necesariamente una orientación
polÃtica definida. Esto no significa que su punto de partida sea neutro, pues
cualquier forma de nacionalismo carga ya con ciertas determinaciones
históricas, condiciones de posibilidad heredadas de la modernidad a partir de
las cuales se organiza. Sin embargo, el nacionalismo es altamente voluble al
momento de articularse con contenidos polÃticos, sociales y culturales
concretos. [...]
Desde sus inicios,
el ruidosón supo que el catolicismo mexicano era clave para entender la
construcción histórica del imaginario nacional. Incluso los nombres de algunos
proyectos, discos y canciones del ruidosón, asà como las imágenes en flyers y
objetos en fiestas, lo aludÃan directa o indirectamente. Sin embargo, el
ruidosón incorpora estas referencias a partir de un proceso de extrañamiento
que desplaza lo nacional-familiar al terreno de lo inquietante o Unheimlich:
«Freud
decÃa que interpretar los sueños es “la vÃa regia al conocimiento de lo
inconsciente”. Pero uno debe leer esta frase de La
interpretación de los sueños con ironÃa, pues para Freud la vÃa regia
del psicoanálisis no lleva a algún suntuoso e imperial “palacio de lo
inconsciente” (parafraseando a William Blake). Al final de la vÃa regia está siempre la inquietante obstrucción plebeya, digamos, de lo que en Análisis terminable e interminable Freud
llamará “la roca viva de la castración”. Es decir, la vÃa regia del
psicoanálisis es un atolladero, a dead end.
«
• Lo real nacional define al
cortocircuito de la disputa nacional por la dominación simbólica y por la
identificación imaginaria. Es el lugar traumático del conflicto y la división,
nunca representado ni atestiguado directamente en la experiencia sino por sus
consecuencias y efectos secundarios (desigualdad económica, represión social,
exclusión cultural, hegemonÃa polÃtica, etc.).
• Lo simbólico
nacional se traduce en las relaciones sociales propias de un paÃs
reguladas por un gran Otro que no existe como tal sino en tanto que el conjunto
de ciudadanos lo entienden como realmente existente. Es el lugar de la
performatividad, de las reglas culturales implÃcitas, del habitus nacional y la clasificación histórica
de sus códigos sociales.
AsÃ, en cierta lectura
del psicoanálisis freudiano, lo inconsciente puede ser pensado como un
contenedor de representaciones reprimidas que el análisis saca a la luz de la
consciencia. En este sentido, tenemos una espacialidad simple que distingue un
adentro y un afuera, como en la famosa (o infame) metáfora del iceberg que se
suele usar para explicar la “primera tópica” freudiana: lo consciente visible afuera del agua, lo inconsciente invisible adentro del agua y lo preconsciente adentro del agua, pero cerca de la superficie[2].
El primer
capÃtulo del libro se titula “¿Cómo inventó Marx el sÃntoma?” (que se ha vuelto
un clásico de la teorÃa crÃtica contemporánea) y ahà argumenta que el análisis
de las mercancÃas en Marx se adelantó al análisis de los sueños en Freud en un
aspecto: “En ambos casos se trata de eludir la fascinación propiamente
fetichista del ‘contenido’ supuestamente oculto tras la forma”[5].
Entonces, si el
“des-cubrimiento” es rechazado como mecanismo interpretativo por Žižek, ¿cuál
es el modo de lectura que caracteriza a su crÃtica? Una primera hipótesis es el
reverso. No es casualidad que haya
incluso memes que reconozcan como estereotipo el giro argumental žižekiano por
excelencia: “But what if the opposite is
true?”
La
interpretación de Zizek no des-cubre un mensaje oculto tras las apariencias,
sino que reconoce que lo “oculto” está ya en las apariencias mismas. Por lo
tanto, si quitas las apariencias, pierdes precisamente lo “oculto” que
intentabas des-cubrir.[10]
Entonces, no se trata de correr las
apariencias sino recorrerlas de
nuevas maneras. Y esto nos lleva a otro nombre que podrÃa describir su
mecanismo interpretativo: la “paralaje”.
El argumento de
Žižek es que esta contradicción no se resuelve ni con un “relativismo cultural”
que valide ambas opciones, ni con un “registro objetivo” que revele la correcta
disposición de las viviendas, pues en estas resoluciones se pierde lo que los
dos mapas tienen en común: una brecha irrepresentable
en la tribu (su antagonismo social) que cada mapa intenta simbolizar de forma
fallida. Esta brecha la entiende como lo Real lacaniano y la visión de paralaje
no hace sino ponerla en evidencia: “Más precisamente, lo Real es en definitiva
el verdadero cambio de perspectiva del primero al segundo punto de vista”[12].
La traducción disponible al español de esta cita no ayuda mucho, pues originalmente
Žižek dice aquÃ: “the very shift of
perspective”. Es decir, lo Real es el
cambio mismo de perspectiva. Entonces, su crÃtica de la ideologÃa apunta no
hacia el “des-cubrimiento” de una representación ideológica oculta, sino a este
desplazamiento en paralaje que da cuenta de un Real irrepresentable.
***
La guÃa perversa de la ideologÃa nos
ofrece un caso parecido para esta visión de paralaje en el análisis de Jaws (1975), de Steven Spielberg. Žižek señala
que el aterrador tiburón en la pelÃcula ha sido interpretado simultáneamente como
“una amenaza extranjera sobre el norteamericano corriente” (la versión
conservadora-racista) y como “una metáfora de la brutal explotación del gran
capital sobre el norteamericano corriente” (la versión
revolucionaria-anticapitalista, defendida incluso por Fidel Castro), además de otras
interpretaciones que encuentran simbolizado en el tiburón “una multitud de
miedos” (naturales, personales o sociales). “Asà que, ¿cuál es la respuesta
correcta?”, se pregunta. “Yo digo que ninguna de ellas y todas a la vez”. Es
decir, necesitas de todas para recorrer la brecha no simbolizable que se
produce entre ellas. Pero si Jaws puede pensarse como una pelÃcula
ideológica es porque nos presenta una Cosa/causa aparentemente neutra sobre la
que se superan las contradicciones entre las distintas explicaciones.
Esta paradójica
“aceptabilidad universal” de la canción evidencia la operación básica de todo
mecanismo ideológico: “Asà es como debe trabajar toda ideologÃa”, dice Žižek. “Nunca
es solo su significado. Siempre tiene que funcionar como un contenedor vacÃo,
abierto a todo sentido posible”.
La “verdadera
historia” de la primera parte es que coincide de forma inquietante (Unheilmlich, dirÃa Freud) con la segunda
parte. El Himno a la alegrÃa nos hace
recorrer aquella “banda de Möbius” para sorprendernos de pronto en el envers imposible de una única
superficie. Y si la segunda parte “trastorna” la eficacia simbólica de la
primera es justamente por este reacomodo inesperado de los elementos que
suspende su articulación ideológica.
Privilegiar al cine en los años noventa, cuando la
imagen-en-movimiento globalmente era regida por MTV y los videojuegos, era ya
nostálgico. Y seguir privilegiando cine en el siglo XXI, cuando YouTube y las
redes sociales han vuelto a reconfigurar nuestra relación con el video,
evidencian que mantener al cine (la pelÃcula) hollywoodense como
objeto representativo de lo psicosocial actual es un gesto anacrónico
(¡ideológico!) de Žižek. Elige pelÃculas de Hollywood como emblema de la
ideologÃa de la imagen-movimiento en la era del video porno en lÃnea, que es
donde realmente cristaliza y se distribuye la ideologÃa contemporánea.
Si bien hay
lÃmites en el análisis žižekiano, y la crÃtica feminista y decolonial puede
ayudar a ubicar algunos, solo podrÃamos ir más allá de estos lÃmites evaluando
la forma en que el propio Žižek fue más allá de los lÃmites del modelo teórico
anterior, no volviendo a las premisas epistemológicas de este (como la lógica del
encubrimiento/descubrimiento) sin percatarse del anacronismo teórico.
[2] Cabe aclarar que, por más que se
le atribuya insistentemente, Freud nunca usó esta metáfora en sus textos y su
origen es incierto. Para más sobre este punto, consultar a Green,
Christopher D., Where did Freud’s iceberg metaphor come from?, History of Psychology, vol. 22, núm. 4,
1999, pp. 369-372, DOI: https://doi.org/10.1037/hop0000135_b
[11] “The whole
of the project—what I call Transcritique—forms
a space of transcodings between the domains of ethics and political economy, between
the Kantian critique and the Marxian critique. This is an attempt to read Kant
via Marx and Marx via Kant, and to recover the significance of the critique
common to both” (Karatani, Kojin, Transcritique.
On Kant and Marx, The MIT Press, Estados Unidos, 2003, p. vii).
[17] “Seamos honestos. En el 70 a 80
por ciento, yo dirÃa, de las cosas que escribo sobre cine, no es en realidad de
forma inmanente sobre cine. Ya sea que solo refiero a la historia o a la escena
para ilustrar un punto teórico, o –un poquito mejor, pero aún no suficiente–
simplemente uso al cine como herramienta para analizar nuestro dilema
ideológico. […] Y creo que hay solo un par de veces donde tal vez hago algo
más: algunos (no todos) de mis análisis de Hitchcock, lo que hice sobre Krzysztof
Kieślowski, Dekalog y demás, algunas
de las cosas que hice sobre Tarkovsky (aunque ahora soy más crÃtico sobre
Tarkovsky) y tal vez un poco sobre Matrix
y demás. Pero, más o menos, creo que es todo.” (https://youtu.be/2fGvvQ47MB4?t=233).