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Hace un par de años escribí una crónica del llamado "caso CECUT". En ella elaboré un análisis del perfil público que adoptó Virgilio Muñoz tras su imposición como director del Centro Cultural y lo definí básicamente como un perfil cínico, entendiendo por cinismo:
la construcción intencional de una definición de sí que busca neutralizar las acusaciones recibidas apropiándoselas con descaro, deseando que la energía crítica que lo cuestiona devenga apatía.
El ejemplo más claro, por supuesto, estuvo en la entrevista del periódico Frontera, que básicamente dio origen al colectivo Todos Somos Un Mundo Pequeño.
En este sentido, su perfil no ha variado con los años. El periódico Excelsior ha publicado un artículo sobre Virgilio Muñoz a propósito de la recta final de su administración. Ahí el periodista se encarga de recordarle las acusaciones que varios le hemos hecho: que uno de los mayores esfuerzos del CECUT, desde el inicio, se encaminó al uso de sus instalaciones como mero "salón de eventos". Ya desde febrero de 2010 había mencionado en la crónica:
En este sentido, su perfil no ha variado con los años. El periódico Excelsior ha publicado un artículo sobre Virgilio Muñoz a propósito de la recta final de su administración. Ahí el periodista se encarga de recordarle las acusaciones que varios le hemos hecho: que uno de los mayores esfuerzos del CECUT, desde el inicio, se encaminó al uso de sus instalaciones como mero "salón de eventos". Ya desde febrero de 2010 había mencionado en la crónica:
La nueva administración, enormemente desacreditada, iniciaba un proceso de decadencia. Tan pronto llegó Muñoz, se comenzaron a presentar despidos injustificados; a cobrar presentaciones de libros; a hacer contrataciones legalmente cuestionables (como la del Gerente de Difusión y Comercialización, Víctor Magdaleno, quien entró siendo asistente en campaña electoral de un ahora diputado federal por el PAN); además de la realización de eventos “patito” que van desde tianguis supuestamente “artísticos” o representaciones teatrales vergonzosamente kitsch, hasta mítines políticos del diputado en turno o juntas empresariales en la galería de arte El Cubo. El CECUT, desarmando lo que duró décadas en construirse, día a día, involuciona.
Ante la acusación, Virgilio Muñoz no dudó afirmar para Excelsior que esta es precisamente su mayor aportación al CECUT. Dice el artículo:
Sus detractores le acusan de convertir el espacio en un "salón de eventos" —muchos con fines políticos—, pero él no oculta que ésta ha sido una de sus políticas, incluso dice que es uno de sus mayores logros, pues sólo así ha incrementado la oferta cultural gratuita del lugar.
El CECUT está por cerrar una administración gris y fallida de origen. El reto sigue en pie: llevar a cabo una elección limpia y transparente de dirección, bajo mecanismos distintos al que actualmente establece la ley (el dedazo). Y, en los días que vienen, algunos estaremos recordándolo.