Los objetos de los muros neoliberales

El 12 de junio de 1987, el entonces presidente norteamericano Ronald Reagan visitó Berlín Occidental. El muro de Berlín dividía desde 1961 al Este comunista (respaldado por la Unión Soviética) del Oeste capitalista (apoyado por Estados Unidos) y Reagan aprovechaba su visita para interpelar al líder de la Unión Soviética: "Mr. Gorbachev, tear down this wall!", le dijo. "Eche abajo a este muro". Eran tiempos de un optimismo neoliberal. El ascenso político del neoliberalismo y la integración económica de los mercados convencieron a más de un ingenuo que la globalización capitalista sería sinónimo de libertades y superación de las divisiones nacionales.

Desde la publicación de Culturas híbridas en 1989 (mismo año de la caída del muro de Berlín), Néstor García Canclini nos acostumbró a hablar de la condición fronteriza menos como división y más como hibridación. En este libro –un best-seller de las ciencias sociales como pocos–, la ciudad fronteriza de Tijuana era analizada como un "laboratorio de la posmodernidad", cuya interculturalidad transfronteriza retaba la rigidez del Estado-nación moderno y estimulaba la conformación de una cultura híbrida posnacional. Las tensiones y desigualdades de la vida fronteriza eran una mera excepción a la regla, que se iría resolviendo al interior de un marco de tolerancia intercultural posmoderna.

Pero la Guerra Fría terminó y la crítica a los muros se desvaneció con ella. Un cambio ideológico comenzó a configurarse a nivel global. Ahora los muros dejaron de ser síntomas del totalitarismo, y la seguridad nacional comenzaba a justificar la biopolítica fronteriza y la regulación de los flujos migratorios. En su documental Human Flow (2017), el artista Ai Weiwei cita que en 1989 solo 11 países tenían divisiones físicas en sus fronteras, pero para 2016 ya eran 70 países. El "derecho a viajar", defendido explícitamente por Reagan en su discurso de Berlín, dejó de ser prioridad y el periodo neoliberal se reveló como la época de "la proliferación de las fronteras", para usar la expresión de Sandro Mezzadra y Brett Neilson en su libro La frontera como método (2013).

La razón de este cambio abrupto es que, bajo el modelo neoliberal, los muros son política y económicamente redituables. No es coincidencia que Estados Unidos haya comenzado a invertir exponencialmente en la infraestructura de su frontera con México justo después de haber firmado con este país el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (1994). Luego del tratado comercial, la mano de obra resulta aún más barata si se detiene a los migrantes y se les paga del otro lado de la frontera. Además, la complicidad política con el miedo racista genera un importante apoyo electoral, lo cual ha sido aprovechado por republicanos y demócratas por igual. En resumen, la llamada "seguridad fronteriza" es un win-win situation para políticos y corporaciones.

Así, si el neoliberalismo durante la Guerra Fría asumió como lema antitotalitarista el "Tear down this wall", el neoliberalismo luego de la Guerra Fría declara con sus palabras o tácitamente con sus acciones: "Build up that wall!". "Levantemos ese muro". Uno más alto detrás del otro, uno más grande a cambio del otro, uno más largo al lado del otro. Bill Clinton levantó vallas, George W. Bush amuralló y militarizó las fronteras, Barack Obama deportó más migrantes que ningún otro presidente, Donald Trump incomodó a las buenas conciencias explicitando el racismo de estas políticas y Joe Biden las continúa de forma apenas más disimulada. Pocos temas generan tanto consenso bipartidista en Estados Unidos como el control fronterizo y la llamada Homeland Security.

Desde los años ochenta hasta los años dosmil, la ciudad fronteriza de Tijuana fue un foco artístico para la producción de discursos críticos sobre estos muros que han acompañado a la globalización contemporánea. Desde el performance chicano del Taller de Arte Fronterizo / Border Art Workshop y la instalación pública contemporánea de inSITE, hasta el boom de la literatura fronteriza o de la estética musical y visual del Colectivo Nortec, Tijuana evaluó artísticamente las consecuencias políticas de la vida fronteriza en la era neoliberal. Pero discursos, instituciones y prácticas neocentralistas se encargaron de ir neutralizando esta cultura fronteriza. A finales de la primera década del siglo, Conaculta imponía funcionarios corruptos en la ciudad, FONCA veía con sospecha temas fronterizos como ya "agotados", el archivo de InSITE se mudaba a la Ciudad de México, el monopolio editorial volvía a los escritores del centro del país y la crítica, galerías e instituciones centralistas regresaban al business as usual. La estética del cambio de siglo en México fue decididamente fronteriza, pero en pocos años, y solo con algunas excepciones, esta estética fue en buena medida neutralizada y olvidada.

Toy An Horse (inSITE94) - Marcos Ramírez ERRE

Aquí me voy a permitir un breve comentario crítico del contexto contemporáneo, pues debo confesar que al enterarme de la publicación del libro Objetos antes y después del muro: Investigaciones artísticas acerca de muros contemporáneos (Festina y Tlaxcala3, 2020) me generó una sensación agridulce. Estoy convencido de la importancia de pensar desde el arte al muro y la realidad fronteriza, tan sintomática de nuestra época. Además, reconozco entre las páginas del libro a personas cuyas trayectorias respeto. Sin embargo, me parece que puede leerse con una prudente hermenéutica de la sospecha fronteriza que, luego de un desprestigio sistemático al arte fronterizo, se promocione en años recientes el tema del muro y la cultura fronteriza desde el centro del país (y este libro no sería el único ejemplo de ello). Por supuesto, no porque en la frontera tengamos derecho de exclusividad de estos temas ni mucho menos, sino simplemente como una consciencia crítica de la genealogía del arte en México y sus instituciones públicas y privadas. El asunto es polémico y complejo, pero quería mencionarlo aunque sea de paso.

De cualquier forma, decidí acercarme al libro con una apertura interpretativa y evaluar por sus propios términos lo que nos propone pensar teórica, estética y políticamente. Para ello es importante comenzar con el contexto de publicación. Este libro tiene como origen un par de encuentros artísticos realizados en conmemoración del trigésimo aniversario de la caída del muro de Berlín, que sucedió el 9 de noviembre de 1989. El primer encuentro Objetos antes y después del muro se realizó entre la Oficina de Acompañamientos Artísticos Tlaxcala3 (en la Ciudad de México) y el Institute for Endotic Research (en Berlín), de abril a septiembre de 2019, con el apoyo de la Fundación Jumex Arte Contemporáneo. El 2do Encuentro Internacional de Objetos y Muros abrió una convocatoria y recibió colaboraciones de varios países, además de que se realizó en distintas ciudades del mundo el 9 de noviembre de 2019. Estas colaboraciones interdisciplinarias y globales exploraron los sentidos literales y figurados del "muro" en la vida contemporánea.

Un año después, Festina Publicaciones y Tlaxcala3 –con apoyo de FONCA y Secretaría de Cultura– decidieron editar las memorias de estos encuentros. Clara Bolívar coordinó la selección de algunas participaciones y sumó otras colaboraciones acerca de la relación del muro y la pandemia. Además, el diseño editorial agregó imágenes del muro fronterizo entre Tijuana y San Diego con fotografías de la investigadora Norma Iglesias en distintas divisiones entre secciones del libro, como si sugiriera a este muro como caso paradigmático de las fronteras contemporáneas.

 

Me parece que el principal objetivo de esta publicación es desplazar nuestras concepciones convencionales del muro. Para lograrlo, esta compilación oscila entre el muro considerado como sistema y el muro caracterizado desde sus objetos.

El muro-sistema es aquel que nos hace pensar al todo por encima de sus partes. Francisco González Castro dice al inicio del libro que "el muro siempre es una manifestación de algo más, hay un sistema, un esquema, un problema que materializa su «solución» creándolo" (p. 24). Por eso Mezzadra y Neilson (2013) hablan de la frontera como método y del muro como un dispositivo de control. El libro extiende algunas elaboraciones de este muro-sistema a través de las figuras del Estado-nación colonial y su desplazamiento de las comunidades indígenas, el "muro" de la familia tradicional en movimientos reaccionarios en México, el "muro" del sexismo, el racismo y la explotación de clase, el "muro" del miedo anticomunista entre facciones fascistas en el país o incluso la tipología que propone Alberto Pacheco Benites de "Tres regímenes de muros": muros portátiles, transparentados y fácticos. Además, como colofón, el muro de la inmovilidad, las cancelaciones en serie y el aislamiento en plena emergencia pandémica.

En cambio, el muro-objeto es aquel que toma una parte para pensar al todo. En el libro encontramos un "muro" gramatical en un manual oficial de la border patrol, el muro-iPhone, el mojón como límite geopolítico o el Parque binacional de la Amistad en medio del muro. Pero también muros que se levantan con alambres, láminas, concreto y acero; el mismo Río Grande o Río Bravo (o Río Tó Ba-Ade, como se llama en Navajo) considerado como un muro históricamente disputado; ferrocarriles transfronterizos, paisajes objetivados en fotografía, el puente internacional, un fanzine o incluso el reguetón como objeto musical y político que atraviesa muros. Pero también objetos inventados artísticamente para estos encuentros, como el muro-banda de Moebius o las tarjetas postales fronterizas.

Quizá no haya muro-sistema sin muro-objetos y viceversa, pero cada uno apunta a experiencias diferentes de la realidad fronteriza. El muro-sistema permite revelar las estructuras y funcionamientos que capturan y controlan, pero el muro-objeto desplaza nuestra posición subjetiva y enrarece la realidad objetiva. En suma, la compilación Objetos antes y después del muro es un libro que nos hace ver con recursos estéticos y teóricos la extrañeza cotidianizada de los muros contemporáneos.