Ayer publicamos las fuertes declaraciones que hizo Mavi Robles-Castillo en su Facebook como "Respuesta a la 'Carta a una Obra Negra'", donde aborda el caso de Sergio Brown y más ampliamente el caso CECUT en general y TSUMP. Ahora reproducimos aquí un importante comentario que nos envía Alfredo Lucero-Montaño en respuesta a las palabras de Mavi:
El valor político y ético de la ruptura que tuvo lugar entre parte de la comunidad artística y cultural de la región y el CECUT originada por la designación (discrecional) y posterior imposición (porque se mantuvo la decisión a pesar de la protesta que generó) del señor Virgilio Muñoz, no puede comprenderse en términos de intereses particulares o principios de negociación. Para comprender el valor de esta acción necesitamos deslindar sus características de modo de acentuar el aspecto polémico de la misma.
Primero, la ruptura significó el des-cubrimiento (revelación) de un escenario en el que hace su aparición pública aquello que en los usos y costumbres de la política mexicana (de cualquier política de poder) debería permanecer invisible y oculto (la acusación de cohecho, usurpación de funciones públicas, uso indebido de atribuciones y peculado, y otros comportamientos dudosos del personaje en cuestión).
Segundo, dicho des-cubrimiento pone en crisis el carácter contingente de tal designación, en nuestro caso, su carácter arbitrario y discrecional.
Tercero, este nuevo escenario pone en cuestión las reglas del juego previstas y asumidas, que supone un conflicto sobre la posibilidad misma de la discusión-con y el reconocimiento-de aquellos que no son vistos como instancias de interlocución válidas (‘Antes que artistas, ¿yo creo que estudiantes, no?’ o el silencio de la presidenta de CONACULTA).
Bajo esta óptica puede observarse claramente que el conflicto no tiene que ver con intereses personales ni de grupo, sino con el contraste entre un orden cultural establecido en el que se han sido asignados roles y jerarquías y el carácter contingente de tal orden a la luz del cual estos roles y jerarquías pueden ser transformados.
Así, el impulso político y ético que se hace manifiesto a partir de la ruptura pone en crisis la estructura cultural que ha sido institucionalizada y que da forma a determinados órdenes culturales; impulso que está en concordancia con la idea de resistencia contra formas de control y organización del mundo de la cultura y el arte. De ahí que no podemos confundir esta resistencia con demandas ocultas (supuestamente económicas o ideológicas) ni con el juego de la representatividad en el espacio cultural. Antes bien, la ruptura y la resistencia consisten justamente en la puesta en crisis de las formas de comprensión y organización de la cultura y el arte.