Estados Unidos no se volvió una República Bananera.
No solo es una descripción técnicamente absurda (por supuesto), sino que (sobre todo) ¡tampoco es buena metáfora! Ok, sí, chistosona para la ironía cínica que tanto nos gusta en redes sociales, pero políticamente tramposa.
Leer así los sucesos de hoy es asumir un conjunto presuposiciones políticas miopes. Por ejemplo, que todo descontento popular es "subdesarrollado" si no pasa por vías institucionales y que toda revuelta política es degradación "tercermundista".
Just to be clear: F*ck MAGA, Alt-Right, QAnon y derivados.
Sin embargo, no debemos perder de vista que todas estas formaciones son síntomas políticos. Emergen en plena crisis del pacto liberal-conservador (o centrismo Third Way) que se consolidó en complicidad con el neoliberalismo.
El fascismo trumpista no hizo sino dar coordenadas ideológicas y significantes políticos al malestar popular generado por este modelo neoliberal que hoy está en crisis.
Justamente lo que desde hace unos años está en juego en la política norteamericana es cuál es el modelo que lo sustituirá. Y sus protestas populares, desde MAGA hasta BLM, nos indican que quizá en esta ocasión no todo se decida desde las instituciones.
Estados Unidos no había tenido un campo político tan abierto y tan susceptible a lo que ocurra fuera de lo institucional desde los años sesenta, con la enorme diferencia de que esta vez la extrema derecha parece estar Capitol-izándolo mejor.
Pero la batalla no está decidida y la izquierda puede reinventar el sentido de la protesta política fuera de las instituciones liberales e intervenir de forma más efectiva desde las organizaciones populares.
Por eso el tropo de la "república bananera" es una distorsión política liberal, pues descalifica de antemano esta posibilidad popular externa al orden institucional y empuja al descontento a expresarse solo bajo el modo del voto.
Es una metáfora enunciada desde la nostalgia reaccionaria de los "buenos tiempos" neoliberales, cuando el consenso político norteamericano tenía cierto control de la situación y toda revuelta popular de esta magnitud solo parecía posible fuera del imperio.
Están buenos los memes y dan risa los tuits, pero dejemos tantito de lado el cinismo. La política hoy puede estar mucho más abierta al entusiasmo inventivo que a la vieja ironía conformista.